Ofensiva nacional contra el desperdicio de comida: se tira el 12,5% de lo producido
El Ministerio de Agroindustria de la Nación, la FAO, empresas, municipios y organizaciones sociales buscan combatir esta problemática; falta en el país un marco legal que fomente la donación.
Hoy, en la Argentina, se desechan 16 millones de toneladas de alimentos por año, es decir, un 12,5% de todo lo que se produce en el país, según estudios del Ministerio de Agroindustria de la Nación. Además, se estima que una persona tira 38 kilos de alimento por año. Del otro lado de la moneda, están el 4,4% de los hogares argentinos que pasan hambre, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Con el objetivo de revertir esta situación, hace dos semanas se creó la Red Nacional de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos, que busca intercambiar información y experiencias en base al trabajo de cámaras, empresas, municipios y organizaciones de la sociedad civil.
Si bien todos estos actores ya venían llevando adelante proyectos que apuntan a evitar el desperdicio de comida en todas sus etapas (producción, distribución y consumo), esta red consigue aunar esfuerzos y poner el problema en agenda con un único mensaje: la comida no se tira.
La Red surge en el marco del Programa Nacional de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos del Ministerio de Agroindustria, constituido en 2016. Francisco Yofre, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la Argentina expresa: «El tema de la pérdida y desperdicios de alimentos es una política pública. Ejemplo de ello fue la campaña «No Tires Comida» que entre el Ministerio, la FAO y dos empresas buscó llevar información directa a los consumidores».
Yofre agrega que el Poder Legislativo tiene en aprobación un proyecto de Ley para la declaración de un «Día Nacional de la Pérdida y Desperdicio de Alimentos» con el fin de generar mayor conciencia al respecto. Además, a fin de conocer con precisión la realidad del país, la FAO formuló un diseño metodológico que estimó los desperdicios de alimentos del país y que espera ser implementado para obtener un diagnóstico de la situación a nivel nacional.
El desperdicio de comida llama la atención a nivel mundial como uno de los principales desafíos del siglo XXI. Su solución depende de múltiples actores: gobiernos, empresas, ciudadanos. «La Argentina no es uno de los países más favorecidos en la región respecto de las facilidades económicas, legales y de infraestructura para donar alimentos», explica Alfredo Kasdorf, asesor de la Red Global de Banco de Alimentos para América Latina. Pero resalta: «Tenemos la capacidad de poder responder al problema. Hace falta generar conciencia».
Un marco de apoyo legal es la necesidad que reclaman todos los entrevistados. «Necesitamos un marco legal adecuado que favorezca la donación de alimentos cuidando al donante y otorgar incentivos fiscales que favorezcan la donación por parte de empresas y comercios, que hoy lo ven como un costo adicional o un temor a un castigo», dice Kasdorf. Ello incluiría una revisión de la actual ley Donal (ley 25.989) para garantizar la inocuidad en todo momento. Al respecto, el experto anticipa que están trabajando en un proyecto de ley sobre incentivos fiscales, próximo a presentarse.
Mejorar la producción
Según Mercedes Nimo, subsecretaria de Alimentos y Bebidas del Ministerio de Agroindustria, es necesario distinguir entre pérdidas que se producen a lo largo del proceso productivo como resultado de malas prácticas agrícolas y de manufactura, y los desperdicios en los puntos de venta, como supermercados, o en el consumo en los hogares.
«El 45% de todo lo que se produce de frutas y hortalizas se pierde -asegura Nimo-. En el rubro de hortalizas, son pocos los productores que incorporan buenas prácticas agrícolas.» Según Kasdorf, la pérdida se relaciona con la eficiencia: «Para el productor resulta costoso recuperar la pérdida, por ejemplo, debido al transporte necesario, pero le permitiría ser más eficiente».
Las pérdidas en producción son tales que la Red Argentina de Bancos de Alimentos quiere involucrarse desde esta etapa. Así lo explica su directora ejecutiva, Natasha Hinsch: «Queremos trabajar junto a otras organizaciones en recuperar la denominada «segunda cosecha» de frutas y verduras, es decir, lo que queda en el campo y el productor no va a vender. Es el sector donde mayor pérdida hay y donde aún no estamos llegando con un rescate sistemático».
Alcanzar una producción y un consumo responsables. Esto es lo que promueve la Asociación Civil MovilizaRSE. «Un productor dona una hectárea, nosotros vamos con los alumnos y docentes del colegio más cercano y cosechamos a mano. Los alimentos obtenidos se entregan a bancos de Cáritas o de la Fundación Conin», explica Sebatián Deym, presidente de la organización.
Y subraya: «No desperdiciamos nada, no hay residuos. Nos encargamos de que los alimentos lleguen a destino». Para ello, sobre la hectárea cosechada, dejan pasar el maíz duro y se vuelve a cosechar a mano para luego venderlo a acopios y donar el dinero.
Son tres los proyectos detrás de la organización: La Papa Solidaria, La Chocleada y la Naranjada. El proceso es el mismo, lo que varía es el alimento en cuestión: papa, choclo o naraja. Con presencia en Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa y Salta, el objetivo para 2020 es producir en 110 hectáreas para garantizar dos millones de platos de comida al año. Al momento, van por 32 hectáreas.
Qué hacen los supermercados
Una vez que se pasa la instancia de producción, llega el momento de la distribución y el consumo: los desperdicios. Los supermercados encabezan el protagonismo en esta etapa. Por motivos estéticos (como una banana sin la forma ideal), por una fecha de vencimiento (recién cumplida la instancia) o por renovación de stock -entre otras razones- son miles los productos alimenticios que pasan de la góndola a un tacho de basura.
Ante un sistema deficiente y la necesidad provocada por el hambre, es que surgieron los Bancos de Alimentos. «Distribuimos alimentos rescatados de industrias o mercados a instituciones que asisten personas con hambre», manifiesta Hinsch. Hoy la red nacional integra 16 bancos en 10 provincias y supo obtener la confianza de las empresas para un trabajo conjunto.
Paula Martino y Alexis Vidal se encontraron con otro espacio donde también los desperdicios son mayoría: los eventos. Un casamiento, una fiesta de 15, una celebración empresarial se convierten en el origen de alimentos que nunca llegan a servirse (por exceso en la planificación o por ausencia de asistentes) y terminan desechándose. Para evitar esta situación, crearon Plato Lleno, un proyecto que, en palabras de su coordinadora Martino, «rescata alimentos excedentes que aún están aptos para consumo y los entrega en instituciones, comederos o merenderos».
Desde sus inicios en 2014, ya hicieorn más de 500 intervenciones en la ciudad y provincia de Buenos Aires. Hoy, además de eventos sociales y corporativos, Plato Lleno recupera los sándwiches mal cortados de fábricas o viandas de empresas que, de otra forma, terminarían en la basura.
En los egresos, cambiar huevos por papel picado
La Escuela de Nutrición de la UBA realizó un estudio en donde concluyó que en cada festejo de egreso, por estudiante, se tiran entre 9000 y 12.000 kcal, lo que se traduce en la energía necesaria para alimentar alrededor de 7 personas en un solo día.
La Red Solidaria, junto a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, lanzó en 2016 un programa que busca terminar con esta tradición de tirar huevos, harina y otros condimentos. Consiste en el canje de alimentos a los estudiantes que se graduan por un kit de cotillón que reemplaza el alimento, el cual es donado a comedores. Se apunta a generar un cambio culturar en la forma de celebrar. Gracias a esta iniciativa, ya se lograron recuperar 6 mil kilos de alimentos.