Hábitos sustentables: rutinas para cuidar el planeta
El valor de los pequeños actos. Frente a los desafíos ambientales de nuestro tiempo, la famosa frase «el cambio empieza por casa» cobra más vigencia que nunca. ¿Cómo ser más eficientes en el hogar y reducir nuestro impacto en el entorno? Ideas, consejos y recomendaciones prácticas para llevar una vida comprometida con la naturaleza.
“Lo que haces marca la diferencia, y tienes que decidir qué tipo de diferencia quieres marcar”. Las palabras de Jane Goodall, la famosa conservacionista y primatóloga inglesa, destacan el valor de los pequeños actos: cuando de ambiente se trata, cada cosa que hacemos localmente tiene un impacto a nivel global. Lo importante, entonces, es que ese impacto sea lo menos negativo posible. O mejor: lo más positivo posible.
En ocasiones, depositamos la responsabilidad ambiental únicamente en los gobiernos, las empresas y los actores de poder. Es cierto:los gobiernos deben implementar políticas, las empresas tienen que ser responsables en sus procesos y los líderes tienen un compromiso mayor. Pero aún desde nuestro lugar de ciudadanos, trabajadores, tenemos la oportunidad -y la necesidad- de asumir un rol activo en este proceso. Cambiar los hábitos ya naturalizados o adoptar nuevos en pos de un estilo de vida más sustentable, puede ser más sencillo, práctico y hasta beneficioso (incluso en lo económico) de lo que uno cree.
En el hogar
“Hay dos formas de ser más responsables: elecciones de productos que implican un costo, y decisiones conductuales, que no requieren más que cambiar un hábito”, explica Diego Musolino, ingeniero de la Fundación Energizar. Hay tres grandes temas sobre los cuales esto puede aplicarse. En primer lugar, el agua. Por un lado, podemos optar por adquirir, por ejemplo, inodoros con botón de doble descarga o sistemas de recolección del agua de lluvia para reutilizarla para riego de plantas. Por otro, las conductas para un uso eficiente: abrir la canilla sólo cuando es necesario para enjuagar los platos o nuestros dientes, bañarnos en el menor tiempo posible y priorizar la ducha por sobre el baño de inmersión.
El segundo gran eje sobre el cual podemos trabajar a diario adquirió relevancia en los últimos meses con el aumento de las tarifas: la energía. Desde el punto de vista de la eficiencia, se recomienda optar por iluminación de bajo consumo o LED. Al respecto, Musolino aclara: “Es más costosa que la tradicional en su versión inicial, pero luego, en su uso, implica un menor gasto de energía y, por lo tanto, un menor valor en la factura de luz”. Ante la compra de un nuevo electrodoméstico, y siguiendo el mismo principio económico, una decisión amigable con el planeta es optar por los productos con etiqueta de eficiencia energética más elevada (la letra A es la de mayor eficiencia). Luego, en relación con las conductas, Musolino enumera: dejar bien cerradas las ventanas para garantizar la mayor conservación de la temperatura del hogar y evitar poner más bajo el aire acondicionado o más fuerte la estufa; abrir las persianas para que ingrese sol en invierno y cerrarlas durante el verano, dependiendo la necesidad de la entrada de su calor; dejar el piloto encendido del calefón sólo cuando se lo requiere usar; conservar el calor por habitación. “Lo peor que hacemos es dejar todo prendido como si la energía fuera gratuita y pretender tener un nivel de confort demasiado alto, es decir, estar en remera y ojotas en pleno invierno”, reflexiona el ingeniero.
Christian Tiscornia, director de Amartya, introduce el tercer tema: “Uno de los problemas más serios que tenemos hoy es el de la basura”. Aún con las deficiencias del sistema de recolección, la principal acción a realizar en el hogar es la separación en origen, es decir, dividir aquellos residuos reciclables (como el papel, cartón, aluminio y algunos plásticos), del los no reciclables. Los más inquietos pueden incluso incursionar en la realización de compost a partir de residuos orgánicos, como cáscaras de frutas y saquitos de té. Pero Tiscornia va más allá y propone comenzar desde el inicio del problema: “Cuando el sistema no está pensado para dar una solución, lo primero que debo hacer es consumir lo mínimo posible y lo que realmente necesito”.
Compras conscientes
“Llenar nuestras vidas de tantas cosas nos puede abrumar, distraernos de las cosas verdaderamente importantes como las experiencias o la conexión con otras personas”. Con estas palabras Graham Hill, quien fundó el sitio web TreeHugger, reflexionaba sobre el consumo en pleno siglo XXI. Frente a un sistema capitalista basado en la idea de comprar-tirar-comprar, la sustentabilidad propone una relación distinta con los productos e impone nuevos hábitos de compra. La clave está en lo que anticipaba Tiscornia: comprar lo que se realmente necesita y cuando realmente se lo necesita. Para ello, es aconsejable armar previamente una lista y evitar elegir nuevos productos frente a la góndola.
El siguiente paso es quizás el más importante: definir qué compro y a quién compro. “Promovemos comprar de manos directas de quienes producen, ya sea alimento, cosmética, vestimenta”, invita Angie Ferrazzini, alma mater del mercado Sabe la Tierra, y agrega: “Incentivamos comprar de manos directas de pequeños emprendedores locales que trabajan cuidando el ambiente y a las personas”. Así, el acto de compra se transforma en un triple impacto positivo: promoción de la economía local, elección de artículos respetuosos de la naturaleza, protección de los trabajadores, que reciben un precio justo por la labor que realizan. La proliferación de pequeños mercados, ferias y espacios de vínculo con productores es cada vez mayor en todo el mundo. Ferrazzini asegura: “Cuando le comprás a un productor, te transformás en un co-productor”.
Los dos principales rubros donde la sustentabilidad se hace presente de manera más consciente en los consumidores son indumentaria y alimentación. En el caso de la vestimenta, frente a una industria que a veces esconde trabajo esclavo infantil, la pregunta central a considerar a la hora de comprar es «¿quién hace nuestra ropa?». En términos de alimentación, la salud es lo que impera. Para ello, Ferrazzini aconseja algunos cambios simples, pero vitales: “Reemplazar el azúcar blanca por integral, mascabo o miel, el arroz blanco por integral o yamaní, la sal común por sal marina; incorporar frutas y verduras aunque sean disimuladas en jugos; no consumir gaseosas e incorporar agua”.
¿Y en la oficina?
Así como la sustentabilidad no se toma vacaciones cuando nos vamos de viaje, tampoco debería hacerlo cuando vamos a la oficina. Ana Muro, coordinadora de Responsabilidad Social del Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible (CEADS), enumera algunos consejos: evitar el derroche de agua en baños o el uso del inodoro como cesto de basura; incorporar sistemas de riego por goteo y recolección de agua de lluvia en aquellas empresas con jardines; promover la alimentación saludable incorporando canastas de frutas y cereales; ahorrar energía a través del apagado de equipos y computadoras cuando no se utilizan.
La concientización de hábitos más saludables entre los empleados ha surgido en las empresas como parte de las políticas internas de Responsabilidad Social Empresaria (RSE) y/o por iniciativa de algunos de los empleados, gracias a la educación ambiental ya presente en instituciones. Por ello, Muro considera que, más allá de la cultura empresarial, la proactividad de cada trabajador es clave y aconseja participar propositivamente: “Empezar por ideas simples que no requieran de mayor inversión económica para, luego, poder doblar la apuesta. Buscar líderes internos, colegas propios, que estén interesados en la temática para que puedan también impulsar la agenda”.
“La Argentina tiene un activismo y una sociedad civil que está cada vez más presente», resume finalmente Tiscornia, y destaca que la clave está en la participación, la acción y la voluntad de aplicar la sustentabilidad a diario.
– Recuadro – Cine que inspira
No Impact Man. El norteamericano Colin Beavan experimentó en carne propia lo que significa ser un hombre «impacto cero». No usó el ascensor en su edificio, separó sus residuos, lavó la ropa reutilizando el agua de su ducha y optó por la bicicleta para movilizarse.
The Clean Bin Project. ¿Qué ocurre si un matrimonio opta por no generar residuos ni comprar nuevos productos durante un año? El resultado es este documental, donde se puede recorrer la experiencia de la pareja canadiense de Jen y Grant en su intento por reducir su huella ambiental.
| Artículo publicado en el suplemento Gestión Sustentable del diario La Razón |