Acuerdo de París: los avances y sus desafíos
(Desde París, Francia) Luego de 23 años de negociaciones, 195 partes acordaron un documento común para hacer frente al cambio climático. ¿Por qué es considerado histórico? ¿Cuáles son sus reales avances? ¿Qué desafíos representa su aplicación? Análisis sobre sus ejes más destacados y sus debilidades.
“Hoy la humanidad se ha unido en una causa común, pero es lo que ocurra después de la conferencia lo que realmente importa”. Las palabras del director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Kumi Naiddo, sintetizan lo ocurrido en los últimos días en la capital francesa de París. Luego de meses (y años) de trabajo, y de una expectativa internacional que parecía darle una presión adicional a la necesidad científica de empezar a hacer algo concreto frente al cambio climático, la 21° edición de la Conferencia de las Partes (COP21) concluyó con un documento común de compromisos.
“Es el primer acuerdo universal en negociaciones climáticas”, aseguró el presidente de Francia,Francois Hollande, para referirse al denominado “Acuerdo de París”, que sienta las bases de lo que las 195 partes deberán empezar a poner en práctica a partir de 2020. Los cientos de titulares que en todo el mundo abrieron sus portadas con un “acuerdo histórico” hacían referencia a, quizás, uno de sus aspectos más destacados: hubo consenso, hubo compromiso común, hubo una intención de asumir generalidades por sobre las particularidades de cada una de las partes. El nuevo Acuerdo de París amerita conocer sus avances, pero también identificar sus debilidades en la búsqueda de asumir el gran desafío que tiene esta generación de la humanidad: es la última que puede hacer algo para revertir la problemática.
Los avances (y sus debilidades)
“Se trata de un acuerdo universal, vinculante, ambicioso y transparente”, expresó Laurent Fabius, presidente de la COP21 y ministro de Relaciones Exteriores de Francia, para referirse a las características que hacen distintivo a este acuerdo. El documento fue considerado por todas las partes como tal y es jurídicamente vinculante, a excepción del apartado de lascontribuciones nacionales (presentadas a lo largo de este año y conocidas por sus siglas en inglés como INDC). En relación con ello, se adoptó positivamente la revisión cada cinco años de los INDC a fin de rever lo presentado y aumentar la ambición de los compromisos, de ser posible.
Tal como era previsto, se estableció el objetivo de que el aumento de la temperatura de la superficie de la Tierra debe encontrarse por debajo de los 2°C (promedio mundial). A ello, los países más vulnerables a los efectos del cambio climático, lograron incorporar en el documento algo que parecía imposible: considerar la cifra de 1.5°C. Pero dicha inclusión no es un objetivo determinante sino que sería el resultado de “los esfuerzos” que se puedan hacer y allí es donde el éxito parece contener cierta debilidad a la hora de ponerlo en práctica.
La emoción del representante de Filipinas por haber logrado esta inclusión demuestra, quizás, que aún hace falta mucho en la toma de conciencia sobre el impacto real de este fenómeno. Entre pasillos se escuchó esta conversación: “¿Cuál es la diferencia entre ¿1.5°C y 2°C? Miles de vidas”. Frente a quienes dicen que esta meta no es posible, el profesor de Ciencias Climatológicas y Ambientales en la Universidad Catolique de Louvain (UCL), Jean-Pascal van Ypersele aseguró: “El calentamiento en 1.5°C es posible económicamente. No se trata de una cuestión teórica, sino que la condición para que sea real es la voluntad política”. Al respecto, el documento final invita a los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) a realizar un estudio para 2018 con los impactos de un calentamiento de 1.5°C. El gran interrogante hoy es cómo se llegará incluso a un calentamiento de 2°C si con las contribuciones presentadas al momento (sólo faltan ocho países por hacerlo) se alcanza un incremento de 2.7°C.
El otro de los ejes fundamentales de discusión fue el financiamiento. Al respecto, el acuerdo establece una ayuda de 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo para que implementen sus políticas de mitigación y adaptación. Aún no quedan consistentes los medios de implementación de dicha ayuda, es decir: a quién, cómo, cuánto y por qué.
“Estamos enviando un mensaje directo a las empresas”, aseguró John Kerry, secretario de Estados Unidos, para referirse a la idea de que, para poder alcanzar los objetivos, se estima necesaria una reconversión del sistema de producción actual basado en combustibles fósiles, en pos del desarrollo de las energías renovables. Sin embargo, la periodista y activista ambiental Naomi Klein invita a reflexionar: “Algo que todos deberían saber del acuerdo climático de la COP21: las palabras ‘combustibles fósiles’ no aparecen. Tampoco lo hacen ´petróleo´ o ´carbón´”.
Las carencias (y sus desafíos)
Al finalizar uno de sus discursos, Hollande hizo referencia a los atentados ocurridos en París días antes de la conferencia y pidió a los presentes “votar por la vida”. El gran interrogante es si cuando tanto Hollande como las demás partes pensaron en “voto por la vida” no se preguntaron por los derechos humanos. Pese al esfuerzo y trabajo de algunos países más vulnerables por incorporar este tema en el acuerdo, el mismo sólo aparece en el preámbulo, no así en los objetivos, lo que le otorga debilidad. “El cambio climático afecta a las personas. Hay muchas violaciones a los derechos humanos debido a él. No se trata sólo de los derechos de aquellos que son impactados hoy, sino también de los derechos de aquellos que serán impactados a través de las soluciones climáticas”, explica Renee Karunungan, advocacy de Dakila, organización de Filipinas que defiende la justicia climática.
¿Quién va a controlar que lo expuesto en el acuerdo ocurra? ¿Va a haber sanciones para aquellos que no lo hagan? Las preguntas aún no tienen una respuesta satisfactoria. Ecuador fue uno de los países que en el plenario final, reconoció los logros del acuerdo, pero exigió también la conformación de un Tribunal Climático para este propósito.
La COP21 se caracterizó por ser una cumbre considerablemente limitada, con negociaciones y reuniones cerradas, y una extraña comunicación hacia la prensa que se ejemplifica al enviar gacetillas con la “aprobación del acuerdo” cuando el plenario final aún no se había iniciado.
El Acuerdo de París debe ser celebrado, y ello nadie debe dudarlo. Luego de años de diferencias y de ausencias de responsabilidades, luego de años de trabajo y negociaciones (pues esto no fue resuelto de dos semanas ni de un año, sino de meses y meses de construcción y discusión) debe celebrarse que todas las partes decidieron asumir un compromiso para hacer frente a lo que Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, no se cansa de decir: el mayor desafío que tiene la humanidad en estos tiempos.
El cambio climático no es únicamente un problema ambiental, se trata de una problemática que involucra la política, el sector público y el privado, y a la ciudadanía misma. “El mundo los está mirando”, señaló el presidente francés a los líderes políticos para enfatizar la importancia de la decisión final. Ante la ausencia de un organismo o mecanismo de control o sanción, esos mismos líderes políticos deberán saber que será ese mismo mundo el que los seguirá mirando para que lo acordado se ponga en práctica.
El acuerdo en números
– La COP21 duró 13 días.
– Se presentaron 4 borradores.
– Las 195 partes conformaron el acuerdo final.
– Participaron más de 40.000 personas.
– Objetivo central: aumento de la temperatura de la Tierra por debajo de los 2°C.
– Lo acordado se aplicará a partir de 2020.
| Artículo publicado en el suplemento de Gestión Sustentable del diario La Razón |