Repensar los residuos: hacia una economía circular

Los actuales niveles de producción y consumo no sólo ejercen una presión desmedida sobre los recursos planetarios, sino que además aumentan la generación de basura y obligan a revisar nuestros sistemas de disposición y tratamiento. Del residuo como desecho al residuo como recurso: un cambio que compromete por igual a todos los actores.

“La naturaleza funciona a través de dos mecanismos que se repiten constantemente: construir y romper. Nosotros nos esforzamos por poner cosas en ella que no se rompen”, explica el Dr. Paul Connett, profesor de Química de la Universidad de St. Lawrence, Estados Unidos. Si hay algo que uno aprende en el contacto diario con la naturaleza es que en ella, en efecto, nada se tira, nada se desperdicia. Cada elemento vuelve a utilizarse, a reciclarse, a revalorizarse de algún modo para cumplir la misma u otra función. El ser humano, sin embargo, se ha desarrollado sin tener siempre presente esta regla de oro de la naturaleza y ha creado lo que muchos llaman una auténtica “bomba silenciosa”: la basura.

UN PROBLEMA GLOBAL

El desarrollo industrial, el avance de la tecnología y la innovación, el exponencial crecimiento poblacional y la urbanización, fueron los ingredientes perfectos para promover una receta conocida que se acentuó durante los últimos años: la invención de nuevas necesidades, teóricamente insatisfechas, y la creciente producción de bienes y servicios para satisfacerlas. Esa ecuación, sin embargo, trajo una conclusión negativa: la generación desmedida de basura, el resultado más visible de nuestro hiperconsumo.

El actual estilo de vida de comprar-consumir-tirar está en crisis y las estimaciones futuras no son alentadoras de no generar un cambio. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), si el estilo de vida norteamericano es repetido por los 9.000 millones de habitantes que se estima habrá en 2050,  necesitaríamos tres planetas Tierra para poder vivir. Y la basura no va por mejor camino. Conforme el estudio “What a waste” del Banco Mundial, para el 2025 los residuos sólidos urbanos (RSU) que cada día sacamos de nuestras casas se duplicarán.

¿A dónde van esos residuos? Hoy los principales mecanismos de gestión en el mundo se encuentran en los rellenos sanitarios que, a diferencia de la informalidad e ilegalidad de los basurales a cielo abierto, disponen del control, la infraestructura y el equipamiento necesario. Las plantas de reciclaje se presentan como las protagonistas complementarias para el correcto tratamiento de los residuos reciclables, aquellos que por su material pueden volver a ser reutilizados bajo procesos de reconversión.

“Durante los últimos 150 años creció notablemente la industria de la basura. Antes sólo había papel y cartón, ahora hay metales pesados y plásticos sintéticos. Antes no había consecuencias, ahora no sabemos lo que puede ocurrir”, manifiesta Vyvyan Howard, profesor de Bioimaging de la Universidad de Ulster (Inglaterra), respecto de la dificultad que ese mayor proceso de industrialización e innovación ha provocado en materia de residuos. Los países industrializados son los que hoy producen el 78% de los desechos tóxicos del mundo, pero también los que mayores iniciativas de cambio han demostrado para promover su correcto tratamiento.  Austria, Alemania y Bélgica lideran el reciclaje a nivel mundial.

Suiza supo destacarse en materia de residuos a partir de la prohibición de los rellenos sanitarios desde 2000, pasando hoy por su correspondiente proceso de saneamiento, y a partir de las políticas de educación del ciudadano y del lema “el que contamina paga”. “Muchas veces se considera la gestión de desechos como un gasto, pero hay que comprender que, en el largo plazo, puede permitir reducir los costos. Por ejemplo, eliminar los vertederos a largo plazo es beneficioso. Hay que pensar más allá cuando uno realiza el análisis costo-beneficio”, explica el embajador de Suiza en Argentina, Hanspeter Mock.

Por su parte, de los residuos que genera Suecia, sólo el 4% es enviado a un vertedero, el resto se incinera. Aquí surge una nueva polémica, ¿es la incineración la mejor alternativa para el tratamiento de residuos? Howard explica las consecuencias de este mecanismo: “La nube tiene un químico tóxico peligroso: la dioxina, que no es eliminada con la quema. Si instalás un incinerador en un área rural, una vaca inspira las toxinas, luego es matada para ser consumida. Una mujer recibe las dioxinas al comer la carne. Cuando está embarazada, la dioxina acumulada durante años, se traslada al feto a un nivel concentrado, afectando su desarrollo cognitivo y su sistema inmunológico”.

En América Latina, un habitante genera 230 kilos de residuos al año. Chile el país de la región que más basura produce: seis millones de toneladas al año. Las crisis político-económicas de principios de los 2000, impactaron en la región e indirectamente promovieron el emprendedorismo a partir de la recolección de residuos. Los cartoneros en la Argentina o catadores en Brasil fueron signo de ese período histórico, al mismo tiempo que evidenciaron la ausencia de una correcta gestión de los materiales reciclables y la posibilidad de empezar a hacer algo al respecto. Hoy son más de 800.000 recolectores urbanos en Brasil, 80.000 de los cuales se encuentran organizados en 1.000 iniciativas.

LA SITUACIÓN EN EL PAÍS

La crisis del 2001 en Argentina marcó un antes y un después en el tratamiento de los residuos, tras la aparición de los cartoneros que, en su desesperada búsqueda por obtener dinero para llevar el pan a su casa, encontraron en el cartón (y luego en otros materiales reciclables) la oportunidad de salir de la calle, al mismo tiempo que encontraban en ella su principal espacio de trabajo. Pasada la crisis, la figura del cartonero continuó, dejando en evidencia la importancia de la separación de los residuos en origen y dando lugar a la formalización de su trabajo.

Las mejoras en la gestión de residuos tuvieron como base la inversión en la infraestructura y maquinaria. Ello lo ejemplifica la planta de lixiviados creada en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), considerada una de las más grandes y modernas del mundo. Hugo Bilbao, presidente del Consejo Federal de Medioambiente (Cofema) y director del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), destaca la labor de la Ceamse y sus esfuerzos por hacer más eficiente el tratamiento de residuos. Pero también reconoce los tres grandes desafíos que la Argentina aún debe enfrentar en esta materia: “Dar una adecuada disposición final en todo el país, promover un sistema de separación en origen a partir de la educación de los diferentes actores y tener capacidad de reducción de la generación de basura”. Para ello, el ingeniero subraya la necesidad de contar con un diagnóstico de la situación nacional de los residuos para dar una solución, según el número de habitantes de cada localidad y sus características climatológicas. El pasado agosto, la Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable anunció la creación del Observatorio Nacional de RSU con vistas a poder alcanzar dicho objetivo.

En materia de reciclaje, los sistemas fueron variando entre los distintos municipios y provincias, e históricamente algunos de ellos no lo han considerado en sus políticas. Por ello, Bilbao destaca la importancia de “trabajar seriamente en una ley de residuos, no sólo para un área sino que se aplique a todo el país”.

LOS DESAFÍOS DE LA CIUDAD

En noviembre próximo se cumplen 10 años de la popularmente conocida “Ley de Basura Cero” (N° 1854). ¿Su objetivo? “Establecer el conjunto de pautas, principios, obligaciones y responsabilidades para la gestión integral de los residuos sólidos urbanos que se generen en el ámbito territorial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en forma sanitaria y ambientalmente adecuadas, a fin de proteger el ambiente, seres vivos y bienes”. El tiempo pasó y varias fueron las críticas respecto de la falta de cumplimiento de aquella norma.

Juan Carlos Villalonga, presidente de la Agencia de Protección Ambiental del gobierno porteño, explica los motivos: “La ley se está cumpliendo, pero tuvo mucho atraso. Recién a partir del 2011 comenzó a trabajarse con mayor énfasis. Antes no hubo una acción que impactara sobre la cantidad de residuos que se enviaban a relleno sanitario por falta de vocación y decisión”. Dicho retraso produjo un desplazamiento de las metas que planteaba la ley, pero que encontró en los últimos años una recuperación. Según Bilbao, luego de intensas negociaciones entre Nación y la Ciudad, se acordó en 2012 comenzar a reducir de manera más efectiva la cantidad de residuos porteños que se envían a los rellenos ubicados en la provincia. Villalonga ejemplifica dicho accionar: “En el período 2011-2012 se enviaban 6.000 toneladas por día. Hoy se envían 3.000. No se trata de que la ciudad genera menos basura, sigue produciendo lo mismo o más. Se trata de continuar con los esfuerzos para hacer factible llegar a cero”.

Hoy, esas  3.000 toneladas diarias restantes ingresan en un circuito de recuperación y reciclado que no sólo favorece al ambiente sino que promueve la generación de otras actividades económicas y empleo social, tanto para quienes recolectan como para quienes reciclan. El desafío actual está, según Villalonga, en hacer más eficientes dichos centros en pos de su  profesionalización.

Independientemente del gobierno de turno, el ciudadano es un actor clave en todos estos procesos: es aquel que tiene en sus manos el poder de consumir menos, de comprar mejor premiando a quienes elaboran con packaging más sustentable, de asumir la responsabilidad por sus residuos, separar y reciclar. Las cifras hablan por sí solas: una sola persona, mediante la práctica del reciclaje, puede reducir 150 toneladas de residuos durante toda su vida.

«Reciclar es un acto planetario». Por Diego Arguedas Ortiz, periodista especializado en ambiente. Semanario Universidad de Costa Rica. 

Cuando pensamos en controlar nuestras emisiones contaminantes de gases de efecto invernadero (GEI), usualmente imaginamos luces más eficientes y bicicletas, pero olvidamos otro aliado clave: los cestos de basura.

Manejados de manera incorrecta, los residuos sólidos pueden ser realmente dañinos. Según el World Resources Institute 7,7% de las emisiones argentinas de GEI, culpables del calentamiento global, provienen de los residuos (más que el promedio mundial de 4,4%). En su mayoría es metano liberado en vertederos mal manejados donde terminan nuestros desechos.

Si queremos ser coherentes y sustentables, nos urge empezar acá: nuestros residuos tienen un impacto claro y cuantificado en el calentamiento global. Elegir vidrio sobre el plástico y reciclar las latas adquiere un significado planetario; separar nuestros residuos puede salvar vidas. La energía que ahorramos al rechazar bolsas plásticas, o arreglar un producto en vez de comprar uno nuevo,también es ahorro. Todo suma: menos basura, menos gases. El cambio climático sólo podrá vencerse con un cambio global de mentalidad: menos consumo desenfrenado y más conciencia local. La transformación inicia en casa.

«Diseñar el residuo». Por Dafna Nudelman, fundadora de FADUVerde y Yo Reciclo.

Se habla mucho de reducir, reutilizar y reciclar como si el protagonista generador de residuos fuera sólo el consumidor. Esto es cierto, en parte. Es importante hacer visible también los procesos de diseño detrás de los productos. Ya sea un auto, una revista o un pantalón; los residuos que generan a lo largo de su vida útil, en realidad están determinados desde antes de llegar a nuestras manos, desde que son un boceto a lápiz.

Así como el diseñador determina la forma y el color, está en sus manos pensar las variables de su producción, distribución, consumo y disposición, para reducir residuos al mínimo: ¿Uso recursos renovables? ¿El molde optimiza el uso del material? ¿Puedo producir lo mismo con materiales recuperados? ¿Reduje al mínimo el packaging? ¿Es reciclable? ¿El diseño permite aprovechar el espacio en cada traslado o durará muchos años?

Todas estas decisiones definen cuánto residuo genera el producto y son factores clave para el diseño sustentable. Sin embargo, hoy la formación académica no resalta la importancia de estas variables. Es necesario incorporar estos conceptos para formar profesionales del diseño conscientes, que diseñen también el residuo de sus productos.

«Reciclaje, de la teoría a la práctica». Por Marina Pla, diseñadora, comunicadora visual y co-fundadora de Reciclario.

Cuando compramos un producto casi siempre estamos comprando también, involuntariamente, un residuo: el envase descartable. En el mejor de los casos miramos la etiqueta, y con alivio, encontramos un símbolo que indica que se trata de un residuo reciclable. Pero para que algo reciclable “en teoría” sea efectivamente reciclado “en la práctica” es necesario que se den una serie de sucesos encadenados entre sí. En primer lugar, el consumidor debe separar ese residuo limpio y seco de los materiales orgánicos. Luego, ese material separado debe llegar a las manos de un recuperador urbano, quien lo clasifica y acopia. El recuperador urbano o cooperativa necesita juntar un volumen de material suficiente para poder venderlo y tiene que existir una industria de reciclaje interesada en comprarlo. A su vez, tiene que existir un mercado interesado en comprar ese material reciclado como materia prima.

El reciclaje depende de esta compleja cadena de eslabones encadenados entre sí, que genera empleo verde y social para miles de recuperadores urbanos, y permite el aprovechamiento de recursos y el ahorro de materia prima virgen que esto implica. Sin cualquiera de estos eslabones, no hay reciclaje y nosotros, los consumidores, somos el primero de todos.

| Artículo publicado en el suplemento de Gestión Sustentable del diario La Razón |

Tais Gadea Lara • 5 octubre, 2015


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