Blackfish: Investigación, denuncia y polémica
“Si pasaran 25 años en una bañera, ¿no estarían enfadados, molestos, quizás un poco psicóticos?”, le preguntó de manera retórica, en tono irónico y enojado, la periodista Jane Velez-Mitchell de CNN a un impotente e incierto representante de SeaWorld. El motivo de la entrevista había recorrido los titulares de diarios y noticieros a nivel mundial. El público no terminaba de salir del asombro, los empresarios intentaban construir una versión “amigable” (a sus intereses) de los hechos y los abogados hacían lo imposible para responder a este fin. Un 24 de febrero de 2010, la entrenadora del SeaWorld, Dawn Brancheau, fallecía a causa de un ataque de una de las orcas con las cuales ella misma había interactuado durante años. Pero eso no era todo. La orca era Tilikum, un macho a quien ya se lo conocía (o no tanto) por estar involucrado en la muerte de otras dos personas durante su largo período en cautiverio. Ante este hecho y el espíritu ávido de todo realizador de cine, Gabriela Cowperthwaite y su equipo decidieron no esperar para iniciar una investigación sobre lo ocurrido. “Algo no estaba bien. ¿Por qué un animal tan inteligente atacaría a su entrenadora, por qué mordería la mano de quien literalmente le daba de comer? Quise entender este accidente no como una activista, sino como una madre que llevó a sus hijos a SeaWorld y como una realizadora documental que no puede dejar las mentiras como están” aseguró Cowperthwaite sobre los motivos que la impulsaron a la investigación. El resultado es Blackfish.
El documental nos invita a acompañar un profundo análisis que toma este hecho como punto de partida para realizar un proceso de retroceso hacia sus verdaderos orígenes en las décadas del ´70 y ´80. Tilikum se convierte en protagonista de una historia caracterizada por la violencia, las mentiras, el maltrato y la falta de racionalidad, no de él, sino del ser humano. Capturas con trofeos y cadáveres sin sentido en el mar, familias de orcas que fueron desintegradas por completo, métodos de tortura al interior de los parques por no cumplir con las expectativas de un show, encubrimiento de información hacia sus propios empleados, falta de entrenamiento de sus empleados, son algunas de las denuncias que el film dejará expuestas ante la mirada y reflexión del espectador. Si The Cove nos había revelado el triste y cruel procedimiento por el cual un delfín pasa del tranquilo océano a la cárcel del parque temático, Blackfish lo hace con las orcas.
Resulta incluso interesante centrarnos en los términos con los cuales el ser humano ha decidido denominar a estos animales. “Killer Whale”, ballena asesina es lo que uno escucha una y otra vez en el film, e inmediatamente se cuestiona dos cosas: ¿Por qué denominamos así a un animal sociable, amigable que es igual a cualquier otro? ¿Por qué, si conocemos su instituto “asesino”, lo encerramos en una pileta diminuta, lo exponemos a los gritos de los niños, los flashes de las cámaras fotográficas y un divertimento que sólo es humano? Blackfish cumple con las características propias del género documental: entrevistas a los protagonistas de los hechos; acceso a información judicial (con una interesante e interactiva representación); revelación de nombres, rostros y testimonios de quienes hoy se encuentran en el banquillo de los acusados; la voz de expertos y cifras reveladoras; material inédito, que incluye las últimas imágenes de Brancheau, previo al ataque, sumamente cuidado y sólo con fines informativos (a diferencia de lo que uno está acostumbrado a ver en el día a día en la televisión). A través de estos recursos,Blackfish nos invita a cuestionarnos constantemente: ¿quién es el culpable?
Desde su producción, el documental abrió una polémica que se centró principalmente en los responsables del estado de las orcas y las víctimas fatales: el conocido parque temático SeaWorld. Como suele ocurrir en estos casos, ninguno de sus actuales directivos ni representantes decidieron dar la palabra, quizás porque lo que ya habían dicho había quedado totalmente negado con hechos, imágenes y testigos. Quizás porque hasta el día de hoy se ven sus errores en el mismo parque en el que los animales son una mercancía con un costo: la entrada. La polémica fue tal que sus ganancias económicas disminuyeron notablemente, su público se redujo un 9% en el segundo trimestre del 2013, lo que llevó a sus representantes a ofrecer la entrada a mitad de precio. El debate llegó incluso a la alfombra roja, cuando la película no fue incluida en la categoría Mejor Documental de los premios Oscar. ¿Pero serán necesarios unos premios para que Blackfish logre su propósito?
Toda producción cinematográfica busca transmitir un mensaje y los documentales, a mi entender, son particularmente interesantes en este sentido. Al terminar de ver Blackfish, uno siente que sus realizadores cumplieron fielmente con su propósito: somos los culpables de este problema, pero también tenemos en nuestras manos la posibilidad de ser los protagonistas de su solución. El contar con los ex empleados de SeaWorld como las voces del documental no ha sido una elección al azar. Unos y otros parecen haber tenido la necesidad de realizar esta producción, quizás como una especie de catarsis, quizás como una manera de pedir perdón. Los constantes ojos llorosos, la falta de palabras para explicar lo inexplicable, los silencios que hablan, son detalles que se hacen presente a lo largo de todo el documental y que llegan al corazón del espectador. No se trata de culpar a mis padres por haberme llevado de chica al parque temático marino tan conocido de nuestro país, se trata de ahora que sabemos lo que ocurre, producir un cambio.
Blackfish nos invita a hacernos preguntas, nos convoca a tomar conciencia, nos abre el telón para conocer una realidad sobre la cual nadie tiene la palabra final. Somos nosotros, los espectadores, los que reflexionamos, los que intentamos repreguntarnos, los que sacamos conclusiones y los que debatimos. Siempre aconsejo ver este tipo de documentales en grupo, con familiares o amigos, pues el intercambio de ideas que se genera luego es totalmente rico y productivo, es la posibilidad de aprovechar nuestra inteligencia y lenguaje para entender que no todo está dicho, sino que aún podemos hacer algo. Y si el documental nos transmite estas enseñanzas, sus protagonistas, estos maravillosos seres inmensos, nos demuestran que pese a que creemos ser los animales más inteligentes del mundo, aún nos falta mucho por imitarlos en mente, cultura y, por sobre todo, en corazón. Cualquier madre a la que le arrebatan un hijo emitirá un grito constante y cada vez más fuerte para intentar llegar a él de alguna u otra manera. Eso ocurre en todas las culturas, en todas las especies animales, inclusive la nuestra.
Para concluir esta grata invitación a formar parte de Cinescalas, les comparto una de las frases que Jane Goodall, reconocida mundialmente por defender el conservacionismo, expresó en su visita a nuestro país:
“Nosotros queremos pensarnos como diferentes, pero no somos tan distintos; nosotros también somos animales. Si aceptáramos que no somos los únicos seres que tenemos personalidad, una mente, sentimientos y conciencia, nos empezaría a resultar incómodo darnos cuenta cómo tratamos a otros animales que habitan en la Tierra.”