«Hay que planificar a escala humana»

Los urbanistas y arquitectos del mundo se basan en su teoría, y la mayoría de las grandes ciudades se han modificado por él. En su visita a la Argentina, La Razón habló en exclusiva con Jan Gehl, el arquitecto danés que rompió los paradigmas y rediseñó las ciudades pensando en las personas.

El arquitecto danés Jan Gehl es un estudioso de las ciudades. Las analiza desde siempre con el propósito de hacerlas más habitables y sustentables. Lo que empezó como una investigación académica en la que, con lápiz y papel, contaba –literalmente– la cantidad de personas que caminaban por una esquina, se transformó con el tiempo en una propuesta teórica almacenada en libros que terminó concitando el interés de gobernantes y especialistas, y cambiando el paradigma del diseño urbano. Hoy, varias ciudades del mundo le deben mucho a Gehl, porque encontraron en sus teorías las herramientas para ofrecer entornos más amigables para las personas y el planeta.
En su reciente visita a la Argentina, Gehl se dedicó a compartir sus ideas con todos los públicos posibles: desde los futuros arquitectos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, pasando por expertos y colegas de la Bienal Internacional
de Arquitectura, hasta el equipo que en la Ciudad de Buenos Aires trabaja según sus lineamientos teóricos. En medio de tantas actividades, se hizo un tiempo para charlar con La Razón y reflexionar sobre la importancia de rediseñar y pensar las “ciudades para las personas”.

¿Cuándo y por qué las ciudades dejaron de diseñarse pensando en las personas?
En los viejos tiempos, las ciudades fueron hechas para las personas, pero la introducción posterior del automóvil invadió todos los espacios de la ciudad y empujó las actividades humanas hacia afuera. La creciente construcción de autopistas, de hecho, sólo hace feliz a los automovilistas, no a las personas. Hubo dos grandes paradigmas: el de la modernidad, que consideraba la necesidad de construir altos edificios, sin importar los espacios públicos para la gente; y un viejo paradigma
basado en la invasión del auto. Yo fui por algo diferente: hay un espacio público donde se tiene que pensar a escala humana. En todo el mundo se ha despertado el interés en esta temática y hubo una crítica profunda respecto de cómo se orienta el planeamiento urbano. Si una ciudad es un buen lugar para vivir, va a ser mejor para mis hijos. No se trata de
arquitectura, sino de una mejor interacción entre la forma y la vida. Se trata de dejar de pensar sólo en lo cuantitativo para pensar también en la calidad; de preguntarnos: ¿cómo podemos hacer mejores ciudades para las personas?

¿Cómo es posible lograr ese cambio de mentalidad?
Hay dos grandes ejes para este cambio. Uno es que hemos tomado conciencia de que tenemos que hacer algo con el tema de la sustentabilidad y la problemática del cambio climático. Hoy son
muchas las ciudades que, a través de distintas iniciativas, están
haciendo acciones para dar una respuesta. El otro eje importante
es lo que nos dicen los doctores: si continuamos planeando las
ciudades para que las personas estén todo el día sentadas en el
auto y en las oficinas, estaremos matando a millones de personas
porque necesitan moverse. El nuevo paradigma establece que
debemos hacer ciudades sustentables, saludables y habitables. Es
decir, hacer ciudades para que las personas caminen más y anden
más en bicicleta. Se trata de hacer las cosas bien para la gente.

Esta apuesta por la sustentabilidad, ¿cómo impacta en la dimensión económica de las ciudades?
Copenhague ha sido una de las ciudades más habitables y con la
población más feliz del mundo, y la economía de Dinamarca no está tan mal. Se ha descubierto que si una persona toma la bicicleta en Copenhague para viajar un kilómetro, la sociedad gana 1,25 dólares, y si toma un auto para realizar el mismo recorrido, la sociedad pierde 0,17 centavos de dólar. Si más personas andan en bicicleta la sociedad se beneficia, habrá menos accidentes de tránsito, menos necesidad de gastos en hospitales, medicina y policías; la calidad de vida de las personas será mejor. Algo tan simple como una hora de caminata diaria, extiende la esperanza de vida.

Sus teorías fueron aplicadas en varias ciudades del mundo. ¿Cómo fue este proceso?
Empecé a estudiar estas cuestiones como académico en los ‘60. Me casé con una psicóloga y comenzamos a discutir sobre el posible vínculo entre la arquitectura y las ciencias sociales, y ella me cuestionaba por qué en
las facultades de arquitectura no se enseñaba nada sobre las personas. Nos dimos cuenta de que había un área carente de estudio que estaba perjudicando la calidad de vida de la gente. Comencé a estudiar esa influencia y escribí varios libros, que luego se expandieron por el mundo. Empezamos a estudiar y trabajar en las ciudades debido a esos libros. Toda la investigación y la filosofía ya estaban en ellos. Los alcaldes de las
grandes ciudades se acercaban y me decían: “Puedes criticar, pero por favor ven a ayudarnos para hacer lo correcto”. Fue un proceso realmente muy amigable de invitación que empezó en una ciudad y luego se replicó a otras. Hoy ya hemos tenido impacto en más de 50 ciudades.

Usted ha trabajado principalmente en ciudades de Estados Unidos, Europa y Australia. ¿Hay diferencias con las ciudades de América Latina para implementar su propuesta?
No importa el país, todas las personas quieren una ciudad diferente: quieren caminar más, quieren andar más en bicicleta. Es increíble ver cómo cuando uno les ofrece mejores ambientes, ellas empiezan a disfrutar y aceptar que eso es mejor. Muchas de las favelas de Brasil son más lindas que muchas de las nuevas ciudades porque la gente de la favelas sabe lo que hace, construye pensando en sus personas; y los
arquitectos de algunas ciudades modernas no. No hay que tra-
bajar en las ciudades viéndolas desde un helicóptero, hay que planificar a escala humana, que es la que nos permitirá mejorar la calidad de vida.

Este año los ojos están puestos en el cambio climático y el acuerdo que se firme en la Conferencia de las Partes (COP21) en París en diciembre próximo. ¿Qué tan importantes son las ciudades en la lucha frente al cambio climático?
La mayoría de todos los problemas relacionados al cambio climático provienen de las ciudades -especialmente de las grandes ciudades del mundo-, por lo tanto, la mayoría de las soluciones al cambio climático deben surgir de ellas. Eso es en lo que el grupo de las principales ciudades del mundo está trabajando. Todas las naciones deberán escuchar a las grandes ciudades e incluso, en cierto punto, puedo decir que las grandes ciudades son más fuertes en varias de sus acciones que muchas de las naciones que discuten en las conferencias.

Hoja de ruta

  • Ghel es arquitector y profesor de Diseño Urbano en la Real Academia Danesa de Bellas Artes.
  • Lideró proyectos de mejora en ciudades como Copenhague, Estocolmo, Oslo, Edimburgo,  Londres, Perth, Melbourne, Sydney, Nueva York, Moscú y Shanghai, entre otras.
  • Su libro más destacado, traducido a más de 20 idiomas, es: «Ciudades para als personas».
  • Conocé más sobre sus proyectos y charlas en Gehl Arquitects.

Su teoría en Buenos Aires

«Jan ha sido fuente de inspiración en todo lo que hemos hecho. Junto con David Sim (director creativo de Gehl Arquitects) hemos impulsado seminarios para promover su teoría y aplicarla en las políticas de bicicletas y transporte público», explica Guillermo Dietrich, subsecretario de Transporte del Gobierno porteño y asegura: «El cambio en Copenhague fue resultado de un proceso de 50 años, Buenos Aires recién empezó hace ocho. Tenemos que seguir profundizando estas políticas para hacer una ciudad más habitable para la gente».

| Artículo publicado en el diario La Razón |

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Tais Gadea Lara • 4 noviembre, 2015


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